miércoles, 30 de mayo de 2012

Cementerio de elefantes.



Caminan despacio, llenos de pasado y frente a ellos un futuro escaso, miran con ojos buenos, llenos de nostalgias, con su cara pobladas de arrugas, como si esas arrugas encerraran cada una de ellas una historia, una vivencia, un recuerdo.
Se sientan al sol y mantienen animadas y largas conversaciones, se reúnen periódicamente y suelen mantener una actividad que los hace sentirse vivos, activos, necesarios.

Algunos ponen el hombro a estos momentos difíciles pues ellos ya saben de estas cosas, ya han pasado necesidades, hambre, incluso y han sobrevivido, así que si en algo pueden ayudar allí están, en primera fila. Son los abuelos, aquellos que van mirando cada céntimo que gastan, que van recordando épocas mejores y peores, los que a veces los vemos con la mirada perdida pero en realidad no hacen otra cosa que mirar con los ojos abiertos sus propios recuerdos.

Los abuelos que se convierten en canguros de sus nietos e incluso organizan el día a día de toda la familia por que sus hijos no pueden hacer frente a todo, gastos, niños, llevar el hogar… y ellos siempre allí, en el medio, poniendo paz, logrando el equilibrio, intentando dar el mejor consejo u opinión. Los abuelos, la tercera edad, hoy incluso son quienes hacen de puntal en decenas de miles de hogares españoles desde su escuálida pensión y hacen milagros con la misma, llegando a ser ellos quienes hoy mantienen hijos y nietos.

Los abuelos fueron son y serán más que ese estrecho vínculo familiar, son historia viva, son nuestro presente y nuestro apoyo. Pero a veces la vida, las circunstancias, nos obligan ( o no) a prescindir en cierta forma de ellos, la edad, la salud y un cúmulo de cosas logran que muchos tomen la decisión de ponerlos en un geriátrico, pues al menos estarán en manos de profesionales, los visitaremos todos los fines de semana, solemos prometer.

Y se quedan allí, como un mueble viejo en el desván, como aquellas cosas que ya no son útiles en la decoración, en nuestras vidas, en estas vidas tan ocupadas y materialistas que vivimos, pasa a ser más importante el cambiar el coche o elegir dónde vamos de vacaciones que compartir o destinarle tiempo a los que nos dieron la vida, la educación, el cariño, que nos inculcaron valores, que nos guiaron, que hicieron de nosotros personas de bien.

Un día escuché decirle a un joven a su padre que habían dejado a su abuelo en un cementerio de elefantes, donde fallecería de tristeza y soledad, lejos de todo aquello que aman, de sus recuerdos, de sus cosas, en un entorno de personas que se resignan a ver pasar los días, entre ancianos como ellos que también viven esa penosa y triste realidad, los ves con los ojos tristes, la cabeza gacha, los ves que se apagan y se dejan llevar, las motivaciones que los mantenían activos, vivos, enérgicos ya no están, su universo se reduce a pasillos con personas apoyadas en su bastón, en sillas de ruedas, en enfermeras amables – o no tanto- que les acercan medicaciones, agua y a veces, una sonrisa.

Ven llegar a familiares de otros abuelos y no pueden evitar sentir envidia y ansiosos miran hacia la puerta esperando a los suyos, esperando esa caricia, ese beso, esos minutos en compañía de los que ellos ni olvidan ni dejan de amar.
La diferencia entre los abuelos útiles o autosuficientes que van al casal o club de jubilados y los que viven en una residencia geriátrica es que unos viven en libertad y los otros en una cárcel sin rejas.

Unos tienen motivos y razones que los llevan a levantarse cada mañana, sus nietos, el hacer las compras, el ir a compartir la tarde con sus amigos al casal, el planificar su próximo viaje a tal lugar… los otros viven en la monotonía del geriátrico en el cual con algo de suerte los tratarán bien y los fines de semana verán a los suyos o extraordinariamente disfrutarán de algún evento…rodeados de desconocidos abuelos y uniformes blancos.

¿Cómo te gustaría que fuese tu vejez? ¿Como los jubilados que disfrutan sentados al sol o ayudando a su familia o compartiendo actividades en un casal? ¿O en un geriátrico donde tus hijos te dejan y te van a ver cada vez menos? Piénsalo, la vida pasa rápido y dentro de nada aquello que ven tus hijos será lo que seguramente hagan contigo. Si siembras buenas semillas buenas cosechas tendrás, en cambio, si siembras, desamor, desarraigo, derribas valores familiares, seguramente acabarás en un cementerio de elefantes. Tú decides.
http://youtu.be/M8VBbBUvFIQ

lunes, 21 de mayo de 2012

Me bajo.

Al final caes en cuenta que de nada vale la ilusión, ni la lucha, ni las ganas.

Ves cómo aquello que propones se utiliza pero no como lo pensabas sino a otro gusto y conveniencia.

Entonces caes en la cuenta de que es mejor meterse en la corriente y dejarte llevar, escuchar, leer o ver pero ni hablar, ni opinar ni proponer pues será una gota en el oceano que no servirá para cambiar nada.

Notas que hagas lo que hagas será tan estéril como describir colores a un ciego y que tendría que ser algo extraordianrio y fuera de lo común aquello que hagas digas o propongas y aún así, le buscarán el otro sello, el otro estilo, la otra óptica.

Y entonces ves que por más que hagas digas o propongas y perseveres estás frente a un gran muro, infranqueable pero al mismo tiempo invisible, está, lo sientes y lo palpas pero no lo ves.

Así de sutil, así de real, así de cruel y correctamente cívico, diplomatico, elegantemente presentado y aunque alcanzas al fin ver qué hay detrás no puedes luchar contra ello por que es un sistema, es algo instaurado de tal forma que no tiene fisuras, sólo un propósito y tú no formas parte de él aunque estés allí.

Ya todo estaba pensado, estudiado, planificado. Estás allí pero como elemento decorativo.

Y como no quiero forma parte de una decoración estudiada y planificada al detalle me pongo a un costado y empiezo hoy a ver pasar las cosas, porque no vale la pena gastar más tiempo, ni energías, ni ilusiones.

Son, fueron, sueños, pero hoy cayó la cortina y la realidad nos dice por lo bajito y con ironía que algunos sueños no se cumplen ni se cumplirán jamás pues los muros invisibles no permitirán que los escales, te darán, sí, todo para que lo intentes, herramientas ficticias dentro de un laberinto que te lleva a ninguna parte.

Y yo me bajo. Conozco el juego, conozco el laberinto, ya entré una vez pero fue suficiente. Me bajo.