viernes, 27 de julio de 2012

En silencio

Disimulando, te miro,
la verdad está clara,
por mí suspiras,
te sientes, enamorada.


Te amo en silencio,
por momentos me halagas,
sólo a mi me dedicas
sinceras y tiernas miradas.

¿Será la oportunidad
con que tanto yo soñaba?...
Mientras, la cobardía
se adueñaba de mi alma.

Pasaste por mi vida,
incluso te tuve en mi casa,
¿por qué no pude confesarte
lo mucho que te necesitaba?

miércoles, 18 de julio de 2012

JUSTO AL OCASO ( 3ª PARTE)

JUSTO AL OCASO.

AQUÍ LES DEJO LA TERCERA PARTE.

JUSTO AL OCASO.


Al abrir el sobre y leer sobre él su propio nombre la voz de Josep se quebró, incapaz de pronunciar palabras, las lágrimas brotaron libre y abundantemente de sus ojos, un viaje a su tierra y encima a su pueblo natal, entonces, como en una nebulosa, sintió un aplauso atronador, los abrazos de sus hijos, de sus nietos, de sus amigos, de su esposa.

Intentó hablar pero la emoción le impedía articular palabra, solo al cabo de muchos minutos, más calmado, pero bañado de lágrimas logró articular un casi inaudible “gracias”.

Pero luego, sacando fuerzas desde muy adentro, se levanto de su silla e intentó vanamente desistir del “premio” y justo en ese momento, los altoparlantes dejaron escuchar unas palabras a modo de pregunta: “Josep, te habla Albert, Albert Picas, ¿me recuerdas, amigo?".

Aquello fue demasiado, con la voz quebrada en llanto, la mirada buscando al amigo, Josep recibió el micrófono de manos de su nieto y contestó: “por mis muertos y los tuyos que sí, aquí estoy amigo mío y voy a darte un abrazo en cuanto te dejes ver que te vas a quedar tieso” “pues ven a S'AGARO y dámelo, granuja, que te espero”.
Ya no podía decir que no, esas pocas palabras fueron decisivas para emprender el tan añorado viaje de regreso.

Aquel domingo la fiesta se prolongó hasta bien entrada la noche, la alegría podía palparse en el aire, Josep, luego de casi toda una vida tenía en su mirada un brillo increíble, se podría haber afirmado que era infinitamente feliz, los brindis fueron muchos, los abrazos también, uno de los suyos podría cumplir su sueño y eso era motivo de fiesta.

El día de la partida el aeropuerto fue testigo de la alegría, de la emoción y incontables abrazos acompañados de ríos de lágrimas, extrañamente, Josep se notaba muy tranquilo, feliz y se podía apreciar que intermitentemente alzaba sus ojos al cielo, quizás como agradeciendo a Dios por permitirle pisar por última vez su amada tierra natal.

Abril fue el mes elegido por Lluís para llegar a tierras catalanas, por fortuna el viaje fue bueno y al fin, luego de interminables horas que parecieron siglos, pisaban el aeropuerto del Prat en Barcelona.

Y Josep en el último tramo del viaje, cerrando los ojos recordaba la Plaza del Roserar, la Casa Sibils, la Casa Girona, los baños de Sant Pol……………, también piensa que el paso del tiempo debe haber cambiado mucho de aquello que él conoció, al fin y al cabo había pasado mucho tiempo y hoy su pueblo era un reclamo turístico.

Cuando llegaron al pueblo caía la tarde, no se veía nadie en sus calles, cambiadas por el paso del tiempo, pero Josep reconocía a cada metro algo de aquel entonces.
Bajó del coche casi de un salto, el olor a mar invadió sus pulmones al mismo tiempo que las lagrimas su rostro, en silencio, Montse y Lluís lo observaron, era el momento del reencuentro, el minuto que Josep había esperado toda su vida, el pisar una vez más su tierra.


Alzó la vista, el Castell D’aró parecía darle la bienvenida, pero le pidió a su nieto que lo llevase a la cercana iglesia de Sant Pau, una vez allí y justo antes de entrar una voz casi gritando le dijo:”granuja, al fin has llegado”, al volverse para responder, Josep pudo ver una enorme señera y detrás de ella un puñado de personas que levantaban un cartel de bienvenida.

Un baño de abrazos fue el paso siguiente, alguien improvisó un solemne momento cuando entonó “els segadors”, Josep incapaz de contener las lágrimas cantó cada estrofa como si se encontrara en un coro, se sentía como tocando el cielo, y luego vinieron las presentaciones: ¿Tú eres ………, pero si estás igual, bueno, las gafas, pero mira si está aquí………..y llegó el momento de reencontrarse con Albert, no fueron necesarias las presentaciones, podían haber pasado muchos años, pero la mirada de uno y otro fueron más que suficientes, un interminable abrazo fue testigo de aquel postergado y ansiado reencuentro con su amigo de siempre.

Después de todo, la guerra había separado por un buen espacio de tiempo a estos hoy canosos ancianos, pero el cariño y la perseverancia de un nieto habían hecho posible el que un buen puñado de ellos pudieran arrebatarle a la vida unos momentos de increíble alegría, de gozo, de fraternidad, casi que de victoria.
Fueron 8 días para el recuerdo, interminables horas de charlas e infinidad de fotos, quedaron atrás el colesterol, el cansancio del viaje, que dieron pasó a un cúmulo enorme de emociones y reencuentros.


Y Josep pisó una vez más la playa, mojó sus pies en “sus” aguas, bailó, cantó, lloró, disfrutó de cada segundo de aquellos días y cuando se acercaba la hora del regreso, Montse advirtió que la mirada de su marido había cambiado por completo.
Parecía rejuvenecido a sus casi 90 años, si bien siempre había sido un hombre de paso firme y figura erguida, esos días parecían haberle provocado una inyección de juventud.

Esa tarde, casi como en una particular despedida, ambos paseaban por la playa cuando Josep le dijo;”Montse, estoy seguro que ya nunca más volveremos, es extraño, justo en el ocaso de nuestras vidas pude cumplir un sueño que por cobardía o no sé por que, no lo hice antes, no me arrepiento, pero hoy siento que es el más bello atardecer de mi vida, al mirar otro ocaso, siento que el de mi vida misma me permite ver que ha valido la pena tanta nostalgia, tanto llanto, me voy de este mundo feliz”.


“Aún queda el sueño de verla libre y soberana, responsable de su propio destino, dueña de sus actos, verla recuperar su dignidad de nación soberana, de tener al fin su propia identidad, pero no deja de ser gratificante el poder hablar nuestra lengua sin miedo, de ver nuestras señeras ondeando libres al viento, de escuchar nuestro himno”

“Llegará ese día, lo sé, lo presiento y sé que allí donde marche, luego de esta vida, podré contemplar ese momento y será entonces, Montse, cuando por fin habrá valido la pena tanta sangre derramada, tanto llanto, tanto sufrimiento, tanto exilio forzado”

Montse apretó dulce y suavemente la mano de Josep, entonces él pudo ver el rostro de su esposa completamente bañado en lágrimas.
“¿Qué te pasa mujer?” preguntó curioso Josep.

“Josep- dijo ella- yo también, como tú, salí de esta tierra huyendo de aquel horror, de aquella locura, no comprendía mucho que pasaba en realidad, pero recuerdo el miedo, el hambre, el estallido de las bombas y la desolación que produjo la devastación aquella, recuerdo que en aquel barco vi a mi padre llorar por primera vez”

“Solo hoy, después de tantos años, puedo al fin comprender su tristeza y la tuya, solo ahora, luego de estar aquí comprendo el dolor que produce el desarraigo, hoy puedo comprender en toda su dimensión la palabra exilio, el tesón y la perseverancia de mis padres por mantener vivos algunos recuerdos y sobre todo, las costumbres, las tradiciones, la historia, la lengua”

“Cómo imaginarme la importancia de mantener vivas las raíces, de preservar nuestra identidad, cómo comprender aquella obstinación de mantener unida la colonia catalana, cómo no me di cuenta de la importancia de esa obstinación, por eso las lágrimas, por que hoy comprendo lo fácil que es amar esta tierra”

“El regresar ha despertado todo aquello que mis padres y tú mismo me han inculcado durante toda mi vida pero que no había llegado nunca a comprender del todo, hoy, ya a mi vejez puedo verlo con claridad y por eso lloro, por que al fin comprendo”

Justo al ocaso, segunda parte.

Aquí les dejo la segunda parte del relato.

espero que les guste.
JUSTO AL OCASO SEGUNDA PARTE.


“Hoy al despedirme de Jordi he pensado que cuando tuve oportunidad de viajar no lo hice y me escudé en la excusa de cuidar de vosotros, de la salud de vuestra abuela, de no dejar la casa sola, bobadas Lluís, excusas, en realidad creo que fue eso, eso y miedo, creo que moriré sin saber si alguien en mi pueblo me recuerda como yo recuerdo cada calle, cada casa, cada nombre, cada lugar”

“Daría no sé qué por saber si al menos no solo de ellos vive, si uno solo de mis amigos fuese capaz de acordarse de mí y de reconocerme, de recordar nuestras aventuras y por qué no, nuestras penurias al llegar la guerra”

“Pero no me animo, no soy capaz en realidad de averiguarlo, me aterroriza la idea de ser el último que queda vivo de aquella época, como ves, tu abuelo no es ni tan duro ni tan entero como siempre has creído, tengo, al fin y al cabo debilidades y miedos, quién lo diría, a mis años”

“ He sido o soy egoísta por que si por unas horas solamente pudiese pisar mi tierra y abrazar a uno solo de aquellos amigos, te confieso, moriría feliz al mismo instante de que aquello se produjera, pero están ustedes que son una prolongación de mi vida y la de Montse, está esta tierra que tanto me dio, una buena parte de mi vida pertenece a esta tierra, aquí nadie me regaló nada pero es cierto que tuve aquí la oportunidad de vivir libre, de ser alguien, de recomenzar, la verdad es que si me pides qué prefiero el día de mi muerte es tener encima de mi caja las dos banderas, la de mi tierra y la de mi tierra adoptiva y que luego una mitad de mis cenizas queden aquí y otra en mi tierra natal”



Lluís escuchaba en silencio, conocía esa gran nostalgia de su abuelo, pero no la inmensa necesidad de ese hombre por estar una vez más en su tierra, era verdad que su abuelo siempre se había esforzado por transmitirle ese amor, de mantener vivas todas las tradiciones, incluso la lengua, de improviso, notó que su abuelo había hablado todo el tiempo en su lengua natal y que él no lo había siquiera notado.
Decidió en ese mismo momento seguir esa charla él también en catalán, sin darse cuenta, la conversación duró más de tres horas, sólo al ver su padre parado frente a él, Lluís tomó en cuenta el tiempo pasado, pero también en ese preciso instante, tomó una decisión, una decisión que meses después cambiaría por completo la vida de toda la familia.

Frente a la pantalla de su PC Lluís tecleó: S'AGARO, ayuntamiento de: y fue el comienzo de la puesta en marcha para cumplir el sueño de su abuelo.
Muchos días, interminables intercambios de correos, llamadas de teléfono, nombres, bailes de nombres y apellidos, de volver a empezar, días que se transformaron en meses, pero que al final arrojaron resultados formidables.


El teléfono sonó, Lluís, nervioso, casi temblando escuchó una voz algo somnolienta del otro lado de la línea: oiga señor, es usted Albert Picas, de tal dirección, ¿el que fue herrero?
La voz asintió, entonces la conversación se extendió por espacio de varios minutos, Lluís había dado con uno de los amigos de la infancia de su abuelo, primer paso que luego lo llevaría a dar con media docena de amigos más de su abuelo y que acabarían por materializar el sueño de su abuelo y ahora del propio Lluís.

La sorpresa de Lluís fue mayúscula al conocer que eran varias las personas que aún vivían y que recordaban a su abuelo, quien junto a muchos vecinos más habían luchado casi cuerpo a cuerpo con el enemigo para lograr que la gente del pueblo lograse huir a la cercana Francia, su abuelo y unos 30 hombres más cubrieron a balazo limpio la huida forzada de la gente de aquel pueblo, aguantaron varios días el asedio y luego los pocos que quedaron vivos, 24 entre adultos y jóvenes pudieron escapar amparados en una formidable tormenta de agua y viento.

Tanto su abuelo como otros de aquellos valientes eran recordados con respeto y cariño en el pueblo y 4 de ellos luego del regreso de la democracia regresaron a su pueblo, los 4 aún vivían y 2 más solían regresar cada verano al pueblo.
Incluso existía una placa con los nombres de aquellos que habían defendido y cubierto la retirada de sus vecinos, todo eso para Lluís resultaba fascinante, intentaba imaginar a su abuelo, con apenas 13 años, con un fusil en la mano, hombro con hombro al lado de hombres curtidos y hechos, defendiendo a costa de su vida la vida de las mujeres, niños y ancianos que huían de una muerte casi segura.

Quizá por escuchar de primera mano buena parte de esa historia, quizá por que su abuelo había omitido deliberadamente detalles dolorosos, quizá porque por primera vez Lluís se puso en la piel de su abuelo, decidió que su abuelo debía regresar a su tierra, que era ya para él, su nieto y su amigo, una obligación moral el lograr que regresara a su tierra y pasara allí al menos unos días.

Pero decidió que aquello no podía quedar como un simple viaje, así que con los informes en la mano esa tarde se dirigió a la oficina del jefe del vespertino en el cual trabajaba, le expuso la idea, de hacer un pequeño reportaje de la historia de su abuelo.

La idea en sí consistía en que su abuelo regresara a ese su pueblo natal, fotografiarlo con sus viejos amigos, relatar lo más fielmente su historia, y de ser posible, elaborar un pequeño documental, narrando las vivencias de aquellos que habían vivido los horrores de la guerra, sufrido el exilio, pero contado desde sus propios protagonistas que aún vivían.

Incluso le propuso hacerlo en sus vacaciones, sin usar un céntimo del periódico y luego, si la historia resultaba buena, editarla en capítulos, en realidad era tal su entusiasmo y estaba tan convencido de lograr una buena historia, que su jefe no dudó en apoyarle.

Habían pasado 4 meses de aquella larga charla con su abuelo, casi todo estaba listo, pasajes incluidos para sus abuelos, cuando Lluís decidió reunir a sus padres y sus tíos y explicarles todo aquello.


“Me llevo al abuelo de regreso a su pueblo, vamos por dos semanas, tengo todo listo y me gustaría contar con vuestro apoyo”
El silencio duró apenas unos segundos, uno de sus tíos tan solo fue capaz de decir: como el viejo no decida volver, Lluís, te juro que te mato he?, Lo dijo con temple muy serio, pero al instante sonrió, agregando, si logras convencer a papá de ir, tienes el cielo ganado, sobrino, pero dudo mucho que tanto él como mamá se atrevan a viajar.

Su padre escuchó cada comentario en silencio, sus dedos tamborileaban nerviosos sobre la mesa, su mirada fija y atenta en cada uno de los que hablaban y cuando al fin repararon en su silencio, todos callaron, como esperando que hablase, así fue, lenta, pausadamente expuso sus argumentos: “esto tendríamos que haberlo propuesto nosotros, pero en fin, el tema es que veo a los viejos en condiciones para viajar, al fin y al cabo, es el sueño de papá, propongo que se lo digamos el próximo domingo a ver cómo se lo toma, si al fin se anima, pues, sabrá que cuenta con todos nosotros”

En el casal, ese domingo todos menos Montse y Josep, sabían de la noticia, el ambiente era más festivo, tanto, que el propio Josep notó esa alegría en el aire, hasta se le antojó que las miradas de sus paisanos brillaban más, pero por fortuna no sospechó nada.

Y en medio mismo de la paella, el presidente del casal se acercó a la larga mesa que aglutinaba esa tarde de domingo a la familia de Montse y Josep, la excusa, un sorteo de un viaje a Catalunya, al parecer y por ser uno de los socios fundadores, Josep tendría el honor de anunciar al ganador

Ya está escrito.



Ya está escrito
que he de tatuar tu cuerpo
con mis besos de fuego
hasta el dia de mi muerte.

Seré árbol frondoso
donde repose tu cansancio,
te abrazaré con toda mi fuerza
para refrescar un poco tu calor.

Estremécete en mi piel
dime que siempre
serás mia, solo mia,
para amarte eternamente
y hacerte siempre el amor.

De tí solo brotan manantiales
donde existen las sequías,
tus palabras son una flor
en medio del desierto...
¡Cómo no querer lo más bello!
soy un hombre nuevo
gracias a tí noble y bella mujer.

Bien es cierto
que poseer la virtud del amor
cuando hay un motivo
florece sin que le llueva.

jueves, 12 de julio de 2012

JUSTO AL OCASO ( PARTE 1)

Amigos, este relato, el cual en lengua catalana obtuvo un segundo premio en un certamen literario es algo que deseo compartir con ustedes.

No es excesivamente extenso, algunos amigos me comentaron que en 15 minutos lo leyeron, así que creo que en unas 4 entregas les será fácil leerlo.

Aquí les dejo la 1ª entrega entonces.


Justo al ocaso

Atardecía, el hombre llegó a su acostumbrada cita a la orilla del mar como ya hacía muchos años, al atardecer.

Su mirada delataba nostalgia, pero eso no era una novedad ni para él ni para nadie que lo conociera, Josep llevaba así casi que toda su vida, desde su adolescencia se podría decir y el poder contemplar un atardecer a la orilla del mar le producía una reconfortante sensación de reencuentro.



Era una forma de regresar a su tierra, como si las olas que besaban sus pies le trajeran noticias, novedades, él solía cerrar los ojos y dejar escapar de ellos gruesas lágrimas como si fuesen una ofrenda silenciosa y húmeda ante esa inmensa nostalgia que sentía, muchos, muchísimos años habían pasado ya, pero para él eran apenas horas, cada recuerdo, cada sonido y hasta cada imagen de su tierra se guardaban nítidamente en su mente.

Pero esa tarde una especie de melancolía mezclada con una profunda tristeza le invadió, tan sólo horas antes uno de sus mejores amigos se había marchado, ahora solo quedaba él, sólo él, de aquellos que habían partido ¿o huido?, en aquel barco.
Y de pronto, al abrir los ojos, el atardecer se le antojó triste, esas nubes que al marchar el sol y por unos escasos minutos se coloreaban de rojo le ponían un toque de tristeza a ese atardecer.

“Regresaremos” se prometieron esa tarde fría de invierno cuando partían de aquel puerto francés, detrás quedaba el horror de la guerra, el dolor por los amigos caídos, la impotencia de tener que marcharse de su tierra, en la ahora lucha sólo por la supervivencia, con la esperanza de poder regresar pronto, con la angustia de no saber de aquellos a los que querían y que no habían podido huir.

El viaje duró casi tres meses y la incertidumbre fue tan grande como las penurias del viaje, todos los que a su lado viajaban llevaban consigo la pesada carga del exilio forzado, las miradas perdidas en el mar, las cabezas hundidas sobre los hombros, la cara de la derrota, la cara de impotencia, casi no hablaban y si lo hacían era con monosílabos.

Amanecía cuando avistaron lo que sería la tierra de su nuevo hogar, poco a poco fueron distinguiendo el cercano puerto, en medio de una obstinada niebla, la ciudad comenzaba a mostrarse, tímidamente a sus nuevos y desconocidos visitantes.



Fueron años difíciles y de desarraigo, pero Josep supo encontrar en esa nueva tierra la forma de no perder su propia identidad, su objetivo, desde el primer día de llegada fue precisamente no olvidarse quién era, de dónde venía y por ello junto a más de sus paisanos fueron juntándose más y más, formaron el primer casal catalán de aquella ciudad, Jordi, uno de sus mejores amigos y al cual había conocido en el barco, junto a él y un puñado de amigos lograron incluso montar un programa de radio en catalán y cada fin de semana crecían los asistentes a las paellas.

Llegó el amor de la mano de Montserrat, “La Montse” como siempre la llamó él, ella había montado con su familia un pequeño “colmao” al llegar pero con tesón y mucho trabajo llegaron a tener con el paso de los años un pequeño supermercado.
Cuando Josep la conoció llevaba un par de años al frente de una cantera junto a su amigo y socio Jordi, una noche de Sant Joan, cuando las fogatas eran enormes y se reproducían a lo largo y ancho de la capital, sonaba una sardana, y ella estaba sola, al costado de la larga mesa donde hasta solo minutos antes se encontraban deliciosas “cocas”.

Josep no pudo evitar invitar aquella jovenzuela risueña a danzar junto a él, pero ese fue sólo el comienzo, a los pocos meses la creciente amistad se transformó en amor y al cabo de 4 años de novios, llegó el casamiento.
La soledad ya pesaba menos, la nostalgia era ahora cosa de 2 y fue entonces cuando ambos cada día paseaban por la orilla del mar, fue entonces cuando él le habló del sueño de volver, aunque fuese por unos días, Montse sonrió, si sabría ella de los sueños de su marido.

El tiempo pasó, llegaron los hijos, dos varones preciosos y una niña, Josep pareció declinar de la idea de volver, pero Montse seguía viendo en él aquella mirada de profunda nostalgia, era muy evidente, sobre todo cuando a la noche, con la radio pegada a la almohada Josep lloraba en silencio mientras escuchaba la diaria audición catalana.

Pero Josep parecía resignado a no volver a ver de nuevo su tierra, tanto que cuando con el paso de los años llegaron los nietos, su mirada pareció más alegre, más viva, Montse pensó entonces que los nuevos integrantes de la familia habían al fin, logrado que Josep fuese feliz.

Lluís fue el nombre de su primer nieto, el cual fue un compañero inseparable de Josep, aún cuando ya era un adolescente, aún cuando tuvo su primera novia e incluso luego de recibirse de periodista.
Anochecía ya cuando Josep decidió regresar de su diario paseo cuando sintió una mano en su hombro, no necesitó darse la vuelta para saber que Lluís estaba a su lado.

Vamos abuelo que ya hace frío, dijo cariñosamente Lluís.
Josep asintió sin decir nada, pero Lluís notó que su abuelo desbordaba en tristeza y que no era justamente por la muerte de Jordi, sin decir palabra, lo invitó con un gesto a sentarse en el banco de aquella plaza de la rambla.
Bueno, le dijo sonriendo, a ver qué le pasa abuelo, cuénteme, que lo escucho y no me venga con que está así por lo de Jordi.


Entonces Josep, como si hablase consigo mismo, por primera vez en su vida, se abrió, abrió su alma de par en par, y su nieto, aquel que pensaba conocer más que bien a su abuelo, conoció una verdad que ni siquiera Montse había llegado a conocer.
“Hoy he visto cómo un día más llegaba a su fin, al ocaso del sol, así día a día se va a apagando mi vida, Lluís, es increíble, he sido muy feliz, a pesar de todo, he tenido una buena vida junto a una más que buena mujer, la vida me regaló unos hijos maravillosos y 4 nietos increíbles, entre ellos, tú, pero a pesar de todo, sigo siendo un hombre incompleto, me falta algo”

Se detuvo unos instantes como para tomar aliento y luego continuó: “hace ya muchos años, cuando subimos a aquel barco, prometí volver a mi tierra, aunque fuese solo unas horas, volver a mi pueblo o lo que la guerra haya dejado de él, ver, si viven aún, a, mis amigos o si ya han muerto, saber de ellos, ver mis montañas una última vez, sentir que es aquel aire y no otro el que llena mis pulmones, pisar sus calles casi libres una última vez, mojarme en ese mar mío, besar esa tierra que tanto me dio”

“Ya no soy un muchacho, mis arrugas ya son más numerosas que la cantidad de pelo en mi cabeza, hoy, al contemplar este hermoso atardecer fue como ver pasar mi vida, luego de tanto sol, poco a poco se va apagando, al igual que mi vida, no siento por ello miedo, es parte de la vida el morirse algún día, pero siento que me marcharé de ella sin haber cumplido mi sueño”

“Esta tierra me ha permitido vivir libre, recomenzar, formar una familia, ser feliz o casi, pero ni lo material que he logrado, ni mis logros personales, nada ha sido capaz de hacer que me olvide de mi terruño, y lo peor es que dentro de esa inmensa nostalgia también tengo mi cuota de culpa por que al fin y al cabo nunca tuve el coraje para averiguar de mi gente y mis amigos, mantengo viva la ilusión de saber de ellos y de ver mi tierra, pero quizás por que jamás nunca tuve la osadía de preguntar, tal vez por no querer escuchar que todos mis amigos habían muerto o algo peor; habían sido fusilados sólo por querer ser libres”